Las innegables consecuencias de la despreocupación medioambiental han llevado a los distintos gobiernos a adoptar compromisos a nivel global para contribuir a reducir los impactos de las emisiones de efecto invernadero y a frenar, así, el cambio climático.
Los ayuntamientos no son ajenos a esta tendencia y, así, aunque no todos han apostado por implementar una Agenda 21 Local, siguiendo, con ello, las recomendaciones efectuadas en la cumbre que celebró la ONU en 1992 en Río de Janeiro, lo cierto es que muchos están poniendo en marcha todo tipo de acciones para sumarse al compromiso con el cuidado del entorno, desarrollando programas y definiendo medidas que les permitan desde atajar hasta prever cualquier situación de emergencia medioambiental, algo que, a medio y largo plazo, supondrá un ahorro para sus arcas.
Para idear planes tan ambiciosos como efectivos, resultará imprescindible decantarse por una actuación global, que contribuya a la eliminación o, al menos, a la minimización de los aspectos que inciden en la contaminación cualquier área: atmosférica, acústica, del agua, de las aguas subterráneas, de los suelos y derivada de los residuos.